La cerveza la elaboran las personas. El vino es de Dios
Martin Lutero, S XVI
Desde hace ya mucho tiempo, se juega a la controversia de confrontar vino y cerveza. A nivel de placeres gastronómicos suele ser un tópico. O carne o pescado, o dulce o salado, o frío o muy caliente.
No seamos tan heterodoxos, ni tan excluyentes. A pesar de que yo me llevaría a una isla desierta antes un vino que una cerveza, no excluyo ni mucho menos a la cerveza entre mis bebidas favoritas. Hay un momento y un espacio para cada uno. También me gusta tanto el jamón ibérico como las gambas de Palamós.
La cerveza es extrovertida. El vino es más íntimo. La cerveza es simple. El vino es más complejo. No queramos invadir las parcelas de cada uno, porque saldremos perdiendo.
Sí que es verdad es que el tema apuntado puede servir para una conversación distendida entre amigos, pero huyamos por favor de los dogmatismos, y alcemos una copa o una jarra para celebrar no sé qué. Pero para celebrar. Nos lo merecemos.
