Por un tema que no viene al caso, la semana próxima he de hablar del vino a un grupo de 15 jóvenes (generación Z).
Se me antoja como un reto difícil, ya que no sé todavía cómo plantearles o cómo entusiasmarles la cultura del vino.
He dicho multitud de veces que el vino, aparte del producto en sí, es también experiencia, emoción y sentimiento. ¿Cómo puedo en dos horas trasladarles mis convencimientos?
En mi modesta opinión el vino es pausa y sosiego, y en una sociedad donde la juventud pide y se abre paso de forma rápida y veloz, no deja de chocar mi creencia al respecto. A lo mejor (probablemente sea yo el equivocado) deberíamos acostumbrarnos a las nuevas realidades. Pero aquí quiero romper una lanza a favor de mis razonamientos.
El vino, en mi vida, siempre has estado presente. Desde pequeño he visto a mis padres beber una copa de vino al comer y al cenar diariamente (el famoso vino de mesa). He merendado pan con vino y azúcar los domingos de cuando yo era pequeño. Pero a medida de que te incorporas a la edad adulta es cierto que el vino, a pesar de que no lo abandonas, se produce como un impasse o un reset mientras que el sentido del gusto se desarrolla y se consolida.
Y es ahí donde encontramos el quid de la cuestión. Todos hemos sido jóvenes, y todos hemos ido acelerados en su momento. Pero cuando te encuentras una copa de vino, ahí se para todo, y dices para tus adentros: “Bienvenido a ti mismo. Ahora sí que estoy.”
Pues les voy a trasladar a mis oyentes este concepto. A ver si lo sé hacer