Me levanto a las 6:15 me ducho y desayuno. Después despierto a los demás de casa. Acompaño en coche al Instituto a los que todavía estudian bachillerato. Llego otra vez a casa, desde donde hago teletrabajo. Ordeno un par de cosas y me pongo frente al ordenador a trabajar. Correos, temas pendientes, llamadas, propuestas, visitas, videollamadas.
Se acerca la hora de comer. Comprar algo si falta, preparar algo sencillo para comer todos, recoger la mesa, comprobar si hay nuevos correos, y si la jornada lo permite, cinco minutos de descanso. Después vuelta a lo cotidiano: recados, tareas pendientes, extraescolares, comprar lo que se termina, escuchar y resolver, pagar cosas, preparar cenas, revisar el día, cenar, sobremesa y a dormir.
Espera, espera. Te has olvidado de lo más básico. ¿Y tu copa de vino, bien acompañado, y que te ayuda a aislarte de la cotidianidad? ¿Antes de cenar? ¿Después?
Pruébalo. Es altamente recomendable. Te ayuda a mejorar el día, es un alto en el camino, y estoy seguro de que te alarga la vida. Porque en caso contrario, ¿qué nos quedaría?