El mordisco italiano [1]
Cuando pruebas un vino de nuestro país vecino, presupones de forma totalmente inconsciente de que será como mínimo de una calidad aceptable.
Pero este mito, y perdonad amigos porque al final el vino lo escogí yo, quedó ayer y de forma definitiva totalmente derrumbado.
Esta noche pensaba en qué iba a poner en esta breve reseña, aunque se me hacía difícil hablar de él, porque me pareció un vino mudo, o al menos excesivamente tímido. Una sensación totalmente lineal, e inclusive al final, algo áspera con sabor a solar que espera una construcción.
Una compañera, en un ejercicio de generosa imaginación, sugirió bautizarle como “el mordisco italiano”, una calificación original e inteligente, pero que, en mi opinión personal (e inexperta) dudo que el vino en cuestión se merezca un adjetivo tan bien hallado .
El refranero nos dice que “Obras son amores, y no buenas razones”. Nuestro amor al vino y nuestro deseo de reencontranos después de la experiencia prenavideña que vivimos y que tan buen sabor de boca nos dejó, nos permitió obviar en este caso lo que había en la copa. Y a la vez pensar que en una próxima ocasión, que esperemos no sea muy tarde, podamos seguir “co-aprendiendo” (si Ricardo me permite el neologismo) y catar nuevas joyas. Por cierto, y por un tema de respeto obligado, digamos que el vino era un monovarietal Syrah de la zona del Languedoc Roussillon, del Domain Demena y bautizado como L’Indomptable. Y con una etiqueta original de particular buen gusto.
[1] Esta expresión la acuñó una compañera del Taller de Escritura, con gran acierto y una buena dosis de inteligencia espontánea