De pequeño, me viene a la memoria acompañar a mi padre con una garrafa en mano, a comprar el vino a granel en una tienda cerca de casa. Y cada día, a la hora de comer y de cenar no faltaba un vasito de vino para mi padre y para mi madre acompañando las comidas.
Recuerdo perfectamente también, que los domingos por la tarde mis hermanas y yo merendábamos un poco de pan mojado con vino y azúcar encima. Sabía a gloria, y era como un festín.
Ahora, muchos años después, uno de mis hijos me preguntó. ¿De dónde te viene tu afición al vino?
La respuesta es clara. Desde hace muchos años el vino ha formado parte de mi mesa de comer. He probado todo tipo de vinos, buenos y no tan buenos, de todos los precios, y de todas los lugares de España. Pero siempre con vino.
Supongo que en el fondo, somos herederos, y a la vez protagonistas, de esta cultura mediterránea que tanto se refleja especialmente a la hora de comer y de compartir mesa con la familia y los amigos.
Y así seguirá siendo mientras viva y la salud me lo permita. Un poco de vino en cada comida.
