Imaginemos que un día vamos a visitar una bodega y resulta que cuando llegamos, en vez de ir a la sala de catas, o que nos enseñen donde guardan el vino, te den una clase de historia real y cercana de dónde nos encontramos. Y que además, te explican cosas desconocidas hasta entonces, y que luego te acuestas con aquella frase tan repetida de que nunca te acostarás sin saber una cosa más.
Y esto es lo que he vivido en el Celler Mas Llunes. Una espléndida explicación de Miriam Compte nos ha ilustrado sobre los campos de aviación situados en el Alt Empordà en las postrimerías de la Guerra Civil, con visita posterior a un refugio antiaéreo y un bunker construido en la postguerra ante el posible cruce de la frontera de los aliados. Rodeados siempre de viñas. Una lección viva del entorno. Aquí, el vino se hace más historia que nunca.
Posteriormente hemos tenido la ocasión de catar el Blanco Maragda (un vino fiestero), el Blanco Aurea (un vino discreto pero que sabe estar), un Rosado Maragda (vino que encaja en todo), el Tinto Maragda (la navaja suiza que sirve para todo), el Tinto Cercium (tinto elegante y distante), para acabar con un Dulce Garnacha Rosa que provoca que el final de una gran historia sea demasiado breve, y que quieras más.
Una visita muy recomendable