Esto define perfectamente el momento en que te tomas una copa de vino con tranquilidad, solo o en compañía, rodeado de un entorno plácido, y que probablemente sea un «alargador» de tu vida.
El buen vino es una paradoja. Es efímero porque empieza y acaba en unos momentos pero es eterno porque su recuerdo perdura en el tiempo.
Esta es la magia del vino. Esto es lo que lo magnifica y enaltece. Este es un motivo por el cual debemos encontrar en nuestras vidas estos trozos de experiencias. Si no te aparecen, búscalas porque las hay.
Muchas veces he comentado en estas líneas que el vino no es una bebida. Es mucho más. Es una experiencia, una emoción y una oportunidad de vivir la vida. Como dicen los ticos, pura vida.