Imaginaros la situación. Estás paseando por la BWW. Has visto, y has tenido la ocasión de catar múltiples vinos. Los responsables de la bodega te cuentan las virtudes de cada vino embotellado. Al final casi pierdes la cuenta de lo que has probado y lo que no. De repente pasas despistadamente por un ministand, y se presenta una mujer entusiasmada por SUS vinos y por su marido que es el alma mater de la bodega. No te cuenta si los taninos, si la acidez, si las frutas salvajes…No. Te cuenta y te transmite su proyecto de negocio que es su proyecto de vida. Al poco aparece su marido, Antonio Izquierdo. Un castellano de pura cepa (nunca mejor utilizada la expresión), y te cuenta con orgullo su historia y su presente. Pienso que este matrimonio lleva el vino en las venas, en su ADN.
Y me da mucha envidia. Me los imagino en la viña paseando, hablando, y proyectando el futuro de sus viñas.
Pero es que lo mejor estaba por venir. Porque después de inundarme del amor que sentían hacia su negocio, pude probar el resultado palpable de ello. Primero el Nanín. Vino exquisito de los que dejan huella. Porque una cosa es tomarte una copa de Ribera. Pero otra cosa es el Nanín. Me recordó a olores de mi infancia, colores de mi juventud, y sabores de ahora. Por favor amable lector: pruébalo y déjate de otras cosas. Es un vino aleccionador. Un vino que abraza y no te suelta.
Después probé el Vendimia Seleccionada Antonio Izquierdo. Distinto y complementario del Nanin. Un vino no es la evolución del otro. Son vinos como hermanos. Nacen y caminan juntos, pero un día se dan cuenta de que cada uno tiene que hacer su camino. Este no abraza. Este te ofrece la mano y te deja muy claro quien es. O vas con él, o estás en contra. Pero no dudéis, poneros a su favor. No os defraudará. Un vino adulto y que se sabe valer por sí solo.
Y aun hoy pienso que el amor en un matrimonio se puede ver refeljado en un vino. En un proyecto familiar. Y os lo más sublime que existe. Amor, pareja, la tierra, los frutos de la tierra, el aire libre y el vino. Sin palabras