Cuanto más sabemos, más conscientes somos de todo lo que nos queda por saber.
¿Por qué nos gusta el vino?
Esta pregunta de planteamiento muy sencillo pero de compleja respuesta, abre un abanico de posibilidades de razonamientos, aportaciones y elementos propios de una tertulia tan interesante como intensa.
De entrada, mi aportación sería doble. Por una parte, el vino nos husta por su complejidad. Porque es arte (creatividad máxima) y es ciencia (la fermentación es lo que tiene).
Y por otra parte, y para mí esencial, porque es un vínculo con nuestra tierra. Es un producto que desde que nace , se cuida, se mima y se acompaña con un exquisito cariño por parte de sus productores. Y que proviene de esta tierra que es testigo privilegiado de lo que realmente sucede en su alrededor. Vino como origen, como camino, como expresión natural del entorno.
Obviamente hablo siempre de las pequeñas bodegas cuyo amor a su tierra se denota solamente por percepción visual.
A partir de aquí se abre el melón de posibles aportaciones que nos den respuesta a la pregunta planteada el día de hoy.