A menudo, en un restaurante de menú, cuando preguntas qué vino incluye, te suelen decir el vino de la casa. Ojo aquí. Es una respuesta envenenada. Y si además te ofrecen gaseosa, ya puedes pensar en lo peor.
El vino de la casa, que no olvidemos que es vino, suele ser de una categoría que deja bastante de desear. No es un vino que puedas saborear, sino que incluso corres el riesgo que dos horas después de la comida tengas una sombra de dolor de cabeza.
No voy de exquisito ni de winelover, pero es como si dijéramos que el pan es de la casa y nos ofrecieran un pan bimbo de marca blanca. No creo que nos gustara ¿no?
He llegado a la conclusión, que si un día vas de menú, más vale pedir agua, y si se da el caso pedir un vino fuera de menú, que al menos salvaguardarás el buen gusto.