Actualmente se está de acuerdo en afirmar que los primeros vinos aparecieron en la antigua región del Cáucaso. Esta zona la conocemos hoy como Armenia, Azerbaiyan, Georgia, el norte de Irán y algunas zonas de Turquía. Estamos hablando de 5.000 años AC.
Con el Cáucaso como punto de salida, las uvas del vino evolucionaron al ritmo de la civilización humana y se fueron expandiendo hacia el sur y el Oeste para llegar al Mediterráneo.
También es cierto que fueron los fenicios y griegos los encargados de repartir el vino y su cultura por toda Europa.
A menudo, y por proximidad, paseo por delante de las ruinas de Empúries (Girona), enclave griego que se conserva en buen estado. Y mientras camino, me imagino al pueblo griego desembarcando recipientes de vino para almacenarlo, venderlo y consumirlo. Y, parece una tontería, pero siento algo de emoción por saber que dos mil quinientos años antes, la gente ya tomaba y degustaba vino como yo.
De eso trata la historia. Rememorar sitios, personajes y actitudes de épocas remotas, y comparar con la actualidad. Y a pesar de la obvia y evidente transformación, las cosas importantes que permanecen inmutables, son los hechos esenciales de nuestra cultura.